Cristalina, huidiza y tímida

No sé si te he hablado nunca de mi ser de agua. Sí, supongo que sí. Es inevitable. De vez en cuando, de entre las perfectas tallas de negra piedra de Calatorao, emerge. Es cristalina, huidiza y tímida. Bueno, quizás también un poco miedosa. La trasparencia, para que negarlo, siempre asusta. Sin un porqué. La fuente de dónde emana es inaprensible. Que bonita palabra. Inaprensible. Y que terror provoca. Como el agua que vadea superficies, cruza umbrales e invade cada uno de los rincones posibles, sin estar, sin permanecer, transita y deja los surcos por donde caminar. ¿Dejaste marcado el itinerario? Recorro cada una de las marcas y vestigios de tu ser. Desaparezco entre las grietas y me convierto en esa esencia acuosa. Durante unas horas, minutos o segundos. El tiempo. Las cifras secretas de los instantes las guardo en los cajones con los que he amueblado el jardín. Las clasifico por años y colores. A veces, solo a veces, pierdo los muebles, ya te dije que era un poco despistada. Suerte de los mapas que marcan el itinerario de los interrogantes. En ellos encuentro marcado que, a veces, soy un ser de agua.