Ensalmos de calma

Transito entre las líneas de un fondo ocre nacarado que acoge mis pasos. Es fácil. Del jardín comedor a la habitación sin cortinas. Es el camino más largo. La segunda vez que se desplomaron las cortinas dejaste de intentar cubrirla del púrpura que deseabas.
Suelo atender los deseos del hogar que habito.
Velé la transparencia que me separa de la casa de enfrente. Rectángulo a rectángulo, cuadro a cuadro compuse un lienzo para ser pintado. Cada día, o casi cada día, la mirada se dirige hacía allí. Saludo y duermo. Recorro cada una de las esquinas e imagino el púrpura, las formas, las palabras y símbolos que la han de cubrir.
Pocos días son el día.
De entre los siete meses que me separan del primer gesto, únicamente dos días han trazado algún elemento diferenciador. Hoy es uno de ellos. Necesitaba ensalmos de calma entre las líneas del fondo nacarado que me llevan al sueño de ser y estar. He cruzado el paso en busca del dorado, el plata y toda la gama que guarda la fiambrera transparente en el lugar de siempre.
En espera.
Quería algo simple, sencillo, frágil como el momento que vivimos. Mis manos toman el rotulador dorado. Suavemente, delimito, salto de forma a forma. Apacible y serenamente observo la composición. No. No es. Y, en ese sin ser las figuras se apoderan y las quietudes se empiezan a desbordar. Las dejo. Sé que les debo su espacio. Llegan el púrpura, el azul, el verde y el blanco que resalta sobre la opacidad.
Hoy tiene sentido.
Uno se sucede al otro buscando su lugar y emergen las palabras desmadejadas, se solapan y cubren el cielo donde reposa sereno el mundo que me envuelve. Un último gesto. Ensalmos de calma para el espíritu frágil que reposa en ti.

Te detienes los instantes precisos para observar. Te miras en ese espejo de siempre y ves apariencias salvajes que, a veces, crees olvidar. No puedes dejar de ver. Eres y estás.