Estaba pendiente desde ayer

Caminas tranquilamente, como sin pensar, solamente andas y recorres instantes. Precisos o no. Transitas. Atraviesas cicatrices, esas señales marcadas que te indican caminos que no has de volver a recorrer, las saltas y sigues. Sigues deambulando entre todos los colores posibles. Paseas por las gamas que te explican, los serenos azules, la nada del negro, el intenso rojo que te incita a emerger, el verde de calma, el gris inquietante, el amoroso magenta, del asombrado amarillo hasta el marrón zaíno. No es rojo, pero podría ser, no es azul, pero podría ser, no es negro pero podría ser. No es nada pero podría ser. Y ese color te detiene ante las huellas, marcas y heridas que te hacen ser quien eres y de lo que podrías ser. No hay desconsuelo, sólo preguntas.

Las miras… a las cicatrices, y cuentas los centímetros que te separan. Son los suficientes. Coges la paleta, conociendo la dificultad de transformar un marrón, le añades un poco de blanco, pruebas con el azul ultramar y el color lila inunda tu casa y aparece para tranquilizarte. Pintas delicadamente algunos rincones pensando que lo combinarás con el color primario, el atávico, el que reservas, el que es tu color. ¿Pintas conmigo?